
“El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo». Irene Vallejo. Siruela Biblioteca de Ensayo. Madrid 2019. 449 pag.
Reseñar el libro leído (y disfrutado), supone un remedio contra la desmemoria y la mejor receta para alargar el placer de la lectura. Si además sirve para animar a leer a otras personas, el gozo se completa.
Compré El Infinito al poco de publicarse (en ocho meses ya iba por la 11ª edición), cuando todavía no era un auténtico “superventas” ni su autora ocupaba tantos titulares. Empecé a leerlo con ansia y con una envidia corrosiva: ¿cómo se puede saber tanto y escribir tan bonito? ¿Cómo un ensayo sobre la historia de los libros puede escribirse con una prosa tan poética, con un contenido tan exuberante, con tanta belleza en la forma para que sus páginas acaben engulléndote? Del ansia pasé al atracón, tuve que cambiar la estrategia: disfrutarlo a poquitos, como comida extraordinaria, y lápiz en mano.
Las cuatrocientas páginas del texto son un apabullante y enciclopédico, y sin embargo amable, recorrido por la historia de la humanidad, siguiendo la invención y la presencia de los libros y nuestra relación con ellos (como herederos de todas las culturas que en el mundo han sido). Como mercader que despliega su inmenso muestrario, Irene Vallejo regala en El Infinito cientos de referencias literarias e históricas; autores, libros, películas que pasan a la lista de “pendientes” porque nos deja con la miel en los labios; humor, ironía y pasión (cualidades que la autora atribuye a los libreros) a espuertas; agudos y poco complacientes análisis de romanos, griegos y troyanos, y de nuestra propia realidad cultural y social; historias y leyendas como cuentos para los que todavía necesitamos escucharlos. La autora exprime con ternura las palabras y devuelve al primer plano los interrogantes a los que la humanidad sigue intentando (o no) responder.
Un libro para leer con el lápiz en la mano sin miedo a emborronar cada una de sus líneas. Subrayo un buen puñado de ignorancias y muchos más deseos de avistar los nuevos mundos que regala el texto. Encuentro en sus páginas a conocidos, saludados y por conocer, poco vistas y a “olvidados y anónimas”, porque en El Infinito también han encontrado acomodo las mujeres (escritoras, artistas, reinas, heroínas, brujas, mujeres…), las eternas secundarias e invisibles en la escena.
La autora y su ensayo han recibido reconocimientos y premios; se ha traducido rápidamente a otros idiomas. Releo los subrayados y me pregunto: ¿por qué los libros de texto con los que estudiamos no eran/¿son? como “El infinito en un junto”?
Concluida la lectura, si se nos quedara corta, siempre podremos recurrir a las más de cuarenta páginas de notas y bibliografía que la autora consigna a modo de “bonus”.
Nota local:
En la página. 311 del libro, dentro del capítulo “Librero: oficio de riesgo”, la autora recoge los atentados que sufrieron algunas librerías durante los años 1976 y 1977. Aunque no la nombra específicamente, la Librería “La Costera” de Xàtiva, entonces regentada por los amigos Carles y Cristina, fue una de esas librerías atacadas, un atentado con explosivos. Los libros son peligrosos y eso lo saben hasta los que no leen.

Lo veo bien para los que normalmente no se acercan a un libro de historia o una enciclopedia, porque está lleno de anécdotas y comentarios personales (incluso quizás demasiado personales y sin relación con los libros, como la confesión de su bullying) y es ameno de leer. Pero no está en orden cronológico,
se limita a griegos y romanos, y contiene «spoilers» de otros libros y de películas.
Puestos a mencionar bibliotecas ficticias maravillosas, echo de menos una referencia a la de Los Libros Olvidados de Zafón.
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Pese a lo que comentas, me parece un gran libro. Como tu señalas, para la gente que no se acerca a los libros, si lo leen, ya es un aporte formidable. No creo que la autora quisiera hacer un «compendio» de la historia de los libros. En todo caso, bienvenido sea. Ya quisiera yo escribir un par como «El infinito». Saludos
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