
Cual sepulcro blanqueado, el esqueleto vacío de esa casa aventaba a los transeúntes, lo poco que quedaba de todas las vidas que habían transitado entre los rincones de sus huesos.
En calma, todavía se podían escuchar los gritos, las risas, los jadeos, las conversaciones… incluso los silencios. Pura vida, promesa de olvido.
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