
Conducir sin mirar por los retrovisores es un peligro: limita la visión y, aunque resulte una paradoja, la posibilidad de anticipación.
Cuando se mira excesivamente por el retrovisor se corre el riesgo de acabar estampado contra lo que se tiene delante.
Aplíquese a la realidad política y social actual, y a la vida misma.
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