Adaptación libre de un hilo en twiter de Arturo Pérez Reverte, en el que una mujer lo coge del brazo y le incomoda ofreciéndole sus «servicios».
Salgo de casa hablando con una teleoperadora que se empeña en explicarme las ventajas de un producto por el que no siento el más mínimo interés.
Se acerca de repente un hombre apuesto, bien vestido, bronceado, con la mascarilla por debajo de la nariz, interrumpe la conversación. Dice que busca trabajo, preferiblemente de fontanero y que si conozco a alguien a quien le pueda interesar. Respondo que lo siento, que me funcionan perfectamente todos los grifos y desagües.
Me dice que es albanokosovar (no creo identificar ese acento, sino el de Madrid dado que algunas palabras las acaba en zeta y ahueca un poco la voz) y vuelve a insistir. Cuando le repito que no tengo problemas de fontanería doméstica, me pregunta literalmente “¿Y tiene alguna amiga a la que le interesen mis servicios?”
Respondo que mis amigas no suelen comentar el estado de sus tuberías “hablamos de otras cosas”, y hago ademán de irme. Me agarra por el brazo e insiste: “¿De verdad no conoces a nadie? Doy un tirón y libero mi brazo, mientras me pregunto cómo podrá este hombre meterse debajo de los armarios de la cocina con tremendo y fornido corpachón.
Vuelve a agarrarme por el brazo. Aunque sea una señora mayor, consciente de que no es mi cuerpo lo que busca, me siento indefensa, incómoda, confusa. No acabo de atreverme a zafarme con brusquedad. A ese joven le bastaría con darme un golpe, y yo pasaría la noche en urgencias. Eso de momento.
Libero al fin mi brazo, me atuso el pelo y camino alejándome, harta de tanta insistencia y lamentando haberle cortado bruscamente la conversación a la teleoperadora. Lo pienso mejor. Vuelvo sobre mis pasos. Le doy un nombre y una dirección “necesita que le limpien las cañerías”. Me alejo de nuevo, esta vez con la dulce sensación que produce al hígado la venganza: ¡que se joda, me la debía!
CUADERNO DE UNA SETA 
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