El hombre se encogió de hombros confuso ante la mezcla extraña que se presentaba a sus ojos. En el rato que llevaba sentado en la plaza, habían cruzado por allí, en direcciones opuestas e incluso sin dirección, los fieles de la misa dominical, una carrera pedestre, una romería de falleros portando un San José aburrido de tanto meneo, un hatajo de turistas inasequibles al desaliento y un montón de ruidosas mujeres vestidas con camisetas de color violeta, que cantaban “el violador eres tú”.
El sol de justicia que abrasaba el pavimento, acabó por decidirlo a resignarse a su suerte, convencido de que asistía a la llegada del tan anunciado apocalipsis. Se equivocó: solo llegaba el coronavirus.
Mañana del 8 de marzo de 2020. Fatídico día.
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