Diario Vírico (10): TELETRABAJO Y A TORO PASADO

Teletrabajo

Covid-19: 23-3-2020

Décimo día de confinamiento.  Y no para de llover. Dicen que es bueno que llueva para que limpie la atmósfera. ¡La dejaremos caer!

La central de teletrabajo instalada en casa echa humo desde las ocho de la mañana. Trabajo Social en estado puro: acción comunitaria, prevención, Servicios Sociales municipales, cercanía al vecino. La palabra que alivia, acompaña, reconoce a cada persona en sus circunstancias. He recordado por qué elegí esa profesión. He recordado, un día más “Comillas”.

Sigue en ascenso el número de contagiados, de muertos. Habilitan nuevos espacios para atender a los enfermos y para resguardar a los muertos. Las noticias de la televisión se centran en Madrid, y desde ahí irradian el miedo a todo el país. Se repite como un eco una noticia: el ejército ha encontrado en residencias fallecidos que comparten espacios con el resto de ancianos. Todos los medios replican el mismo titular. No dan el dato de cuantos cadáveres han encontrado, en cuántas residencias. La noticia se expande, como si hubieran encontrado cadáveres a porrillo en todas las residencias del estado. Morbo frente a información. Así nos va.

Llaman de la residencia de mi hermano, están todos bien, aislados en sus habitaciones. De momento allí no ha llegado el virus. Lo ponen al teléfono para que hable un poquito. ¡Gracias!

Adelanto el número tres del listado de lecciones aprendidas: 3. Las medallas siempre se las lleva el que luce el uniforme más brillante, y se ubica más arriba y hacia el centro. ¡Qué pocas medallas le van a tocar a los profesionales de los Servicios Sociales!

He acabado contagiada por la avalancha de propuestas de hacer cosas. Me he fabricado mi propia mascarilla a base de gomas, grapas y toallitas húmedas. No ha quedado mal. Pero con el olor que echa es imposible que me la pueda colocar más de dos minutos. Creo que sigo sin mascarilla. Pero como no salgo, tampoco me hace tanta falta.

He tenido mi primera clase de flauta “online”. Funciona, no hay excusa para no seguir estudiando y practicando.

Hoy no he conseguido escuchar la rueda de prensa. Las tres primeras frases del ministro de transporte han surtido el efecto nana. Me he dormido como una bendita.

Un twitero me reta a compartir una palabra de mi lengua materna que me parezca bonita. Echo mano a la bolsa de palabras que he escuchado en casa (y pocas veces fuera) y elijo “esturrear”. Descubro una que no había escuchado nunca: “candongo”.

Tras unos días de tregua, parece que el odio arrecia en las redes sociales. Los expertos en pandemias crecen como hongos y salen hasta de debajo de las piedras. Cuestionan todo, insultan, tachan de inútiles y mentirosos al gobierno y a los que gestionan la crisis, acribillan al rival político, vierten excrementos, opinan a toro pasado, exigen, vaticinan las siete plagas. La culpa es del otro, el otro lo hace mal: el responsable siempre es el otro.

A toro pasado resulta bastante fácil acertar.  Cuando pase todo esto, no vendría nada mal una pequeña autoevaluación para valorar en qué medida contribuimos cada uno a todas las realidades que después criticamos, para valorar algunas de nuestras incoherencias cotidianas. Quizás nos llevaríamos más de una sorpresa. También daría para un listado.

Un día más ¡Gracias a la vida!

#QUÉDATE EN CASA. ¡Todo irá bien! > ¡Vamos a poder! > ¡Todo Pasa! > ¡Saldremos de esta!… pero no todos.

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