Covid-19: 21-3-2020
Octavo día de confinamiento, sábado de lo que podría haber sido un largo puente. El clima parece que se apiada de nosotros, y contribuye a la causa; llueve otra vez y con ello amortigua las ganas de salir a la calle. La niebla baja desde el castillo con un apetito voraz, engullendo todo lo que queda en su falda.
En este tiempo se agradece el entrenamiento en hábitos y rutinas “de interior”, facilitan cierta sensación de normalidad.
La cola en el horno cada día parece más larga. Mientras esperamos en la calle retomamos la vieja costumbre de pedir el turno a viva voz para mantener las distancias. Una señora mayor con su delantal pasa delante y se nos “cuela” a todos. Sonreímos y no decimos nada. En otras circunstancias la hubiéramos puesto a caer de un burro.
Es el Día de la Poesía, recojo unos versos de la amiga Carmen Maroto:
La poesía
Hinca sus dientes
Predica en el desierto
Aúlla entre versos
Y otros del poeta Benedetti, que envía el amigo Paco, muy apropiados para la ocasión:
No te rindas, aún estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras,
enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.
Cambio fotografías en mis perfiles. Elijo el blanco y negro aunque la arrugas se ven igual que en color, y la imagen de unas tejas. “De tejas hacia abajo” podría ser el título.
A fuerza de probar conseguimos el sistema de videoconferencia para la clase del martes. Para la gente joven resultará facilísimo, pero para las que ya pintamos canas, la tecnología siempre es cosa de duendes.
A propósito de los buñuelos sin agujero descubro una palabra: “cerner”.
Tenemos comparecencia un día más; los comparecientes se multiplican como champiñones (hay siete personas en el estrado. Tres hombres uniformados, repletos de galones y cuatro mujeres sin uniforme y sin ningún galón). Dan cuenta de las actuaciones que realizan sus departamentos. Y no sé por qué, pero pienso que este amontonamiento de gente, de discursos, de verborrea, no contribuye a tranquilizarnos.
El jefe del ejército, sigue con su discurso castrense. Nos dice ahora que es lunes, cuando es sábado. Pienso si pretende restar días a la cuarentena para aligerarla. Para aclarar explica con su lenguaje bélico que “en la guerra no existen los fines de semana”. Rezo para que no se le ocurra matar el virus a cañonazos. Acabaré cogiéndole cariño.
Me propongo empezar un listado de lecciones aprendidas durante el confinamiento; ya llevo apuntadas un montón, pero comparto solo la primera: 1. Confirmado el dicho: solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. Sería interesante que todos hiciéramos el ejercicio, para evitar el riesgo de que nada más pase la tormenta, acabemos olvidando todo lo que decimos que hemos aprendiendo.
Esta noche, en la calle no se ha escuchado aplauso ni cacerolada, solo algún coche que pasaba y la lluvia.
En las redes cuelgan las imágenes de la Policía Local, Guardía Civil, y Policía Nacional, desplazados con sus coches, sus luces y sus sirenas al Hospital Lluis-Ancanyís para dar un aplauso a todo el personal sanitario. Y digo yo: si se nos insiste en mantener el confinamiento, por mucho que le atribuyamos un valor simbólico al aplauso, lo lógico sería que todos evitemos desplazamientos y contactos innecesarios y no contribuyamos a expandir la pandemia. También las Fuerzas de Seguridad del Estado.
Comparece en televisión el Presidente del Gobierno. Discurso prescindible que suena a resumen, a homilía, a embotamiento de datos repetidos, a nada nuevo, nada que aporte las certezas que precisamos y posiblemente nadie tiene. Dice que “nos mantiene encerrados el coraje, no el miedo”; las dos cosas pienso yo ¿no? una mezcla de todo.
Tengo que empezar a quitarme de televisión y de redes.
Película y a dormir.
#QUÉDATE EN CASA. ¡Todo irá bien! > ¡Vamos a poder! > ¡Todo Pasa! > ¡Saldremos de esta!
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