Diario Vírico (6): PETARDOS, RESIDENCIAS Y CALMA CHICHA.

OLYMPUS DIGITAL CAMERACovid-19: 19-3-2020

Sexto día de confinamiento. Hoy es San José, y el día del padre. En circunstancias normales, día de bandas de música y falleros subiendo y bajando, de familias que comen juntas y celebran en torno a su San José particular. Hoy la cosa es bastante distinta, aunque los petardos no dejan de escucharse.

Cuentan, vuelan los videos, que a las doce del mediodía los miles de músicos que pueblan las tierras valencianas han salido a los balcones a interpretar un repertorio paritario: “Paquito el Chocolatero” y “Amparito Roca”. Desde casa no se escuchan los músicos locales, sí petardos y cohetes. La gente sale a la calle. Se hace viral el video de una alcaldesa valenciana, que ha aprovechado para tomarse una cervecita y echarse unos bailes con sus conciudadanos. “Ha sido un error, no lo volveré a hacer más”, ha declarado.

En el patio de vecinos sigue el jolgorio y el correteo de los niños. ¡Curiosa forma de entender el confinamiento!

Rueda de prensa. Noticias. El militar apela a los valores castrenses para superar la crisis: confianza en la victoria.  Siguen multiplicándose las personas infectadas. El número de muertos es alarmante. Duelos incompletos faltos de velatorios.

Empezamos a poner el foco en las residencias de ancianos, el eslabón más débil de la cadena, tan privatizado y tan dejado de la mano de dios, que casi olvidamos que están ahí. Solo hablamos de las residencias de ancianos cuando dan malas noticias. En la televisión autonómica escucho a un sindicalista (omito el sindicato) que negoció el primer convenio colectivo de las residencias privadas (por cierto, las hay de iniciativa empresarial y sin ánimo de lucro) y nos dejó a todos en bragas, mientras él se daba palmaditas y se iba de comilonas con la patronal. No hablo de oídas: una parte de la patronal tuvo que decirle que no cediera tanto que se notaba mucho. Han pasado casi veinticinco años, y él sigue ahí, en el mismo sindicato, el mismo sector precarizado, “velando”, por un personal eminentemente femenino que tiene el cielo y el mísero sueldo más que ganado. ¿Sabíais que el sueldo de una gerocultora en una residencia privada (con y sin ánimo de lucro) apenas alcanza los mil euros brutos al mes? ¿Cuántos de nosotros haríamos ese trabajo por ese dinero?

Nos echamos las manos a la cabeza por el precio de las plazas en las residencias: Atención 24 horas: alojamiento, comida (según dieta personalizada), atención médica, enfermería, cuidados personales (ayuda para levantarse, comer, ducharse, moverse, etc.), Trabajo social, psicología, fisioterapia, terapia ocupacional, etc. Y todo esto por el módico precio de 60 €/día (precio de referencia de la Generalitat Valenciana para las plazas concertadas 2019).  ¿Cómo es posible proporcionar todos estos servicios con ese dinero, cumpliendo todas las normativas y con todos los ratios de personal que se exigen? (Compárese con el precio de una habitación de hotel, en el que solo se proporciona alojamiento). Pues muy simple: haciendo recaer los costes del cuidado en un colectivo laboral completamente feminizado y con ello y por ello precarizado. Traduzco: le debemos el peso del cuidado a nuestros dependientes a un ejército de mujeres mal pagadas, a las que no solo tenemos que agradecer su trabajo, también unas dosis de calidad humana y vocación infinitas. ¡Pocos aplausos reciben! La vida misma.

Conozco a muchas de las personas que están hoy al frente de residencias de mayores y/o trabajando en ellas, con una abnegación que ya quisieran las Fuerzas de Seguridad del Estado (si no lo digo reviento), buena parte de mi vida laboral la desarrollé en el sector, y confieso que en estos momentos no me gustaría verme en su piel. Cuando pase todo esto, volverán a ser invisibles, seguirán precarizadas y se habrán apagado los débiles aplausos.

Cambio de tercio: ha vuelto a tocar chocolate con buñuelos en la merienda. La repostera va perfeccionando la técnica.

La tecnología me hace el regalo precioso de conectarme con buena parte de mi familia, todos a la vez en la pantalla, desde ocho casas distintas. Sigo pensando que las redes y esta capacidad de conectarnos casi ilimitada es cosa de duendes. “Guirigai” tremendo, no es fácil ponerse de acuerdo en los turnos para hablar. Alegría inmensa de vernos “en directo”, pero nada que ver con la presencia física, con los besos y los abrazos que quedan pendientes en torno a una buena mesa.

Se nos ocurre ver «La trinchera infinita». No teníamos suficiente encierro y nos metemos en el agujero del topo. Le sobra metraje.

Aparte de todo esto, hoy ¡calma chicha!

#QUÉDATE EN CASA. ¡Todo irá bien! > ¡Vamos a poder! > ¡Todo Pasa! > ¡Saldremos de esta!

Fotografia: Residencia Cáritas Burriana. Con  cariño para mi siempre amiga Patri.

 

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