Diario Vírico (3): LLUEVE

LLueve

Covid-19: 16/3/2020

Tercer día de confinamiento. Caigo en la cuenta de que algunos llevan contados el doble de días que yo. Quisiéramos adelantar el reloj y que todo quedara atrás.

Por la calle pasa un camión cargado de materiales de construcción. Unos vecinos comentan que en las calles principales no paran las reformas en los locales, hay empresas no esenciales trabajando, ¡y moviéndose! Me dicen que en mi pueblo de origen, Castalla, las fábricas siguen trabajando. ¿Pensarán que toda esta movida no va con ellos?

En televisión dan la noticia de que debido a una incidencia en los trenes de cercanías de Madrid, los usuarios han acabado hacinados en los vagones y en la estación de Atocha. En provincias, dígase Valencia, estamos tan acostumbrados a las incidencias de las Cercanías de Renfe y a viajar hacinados, que hace tiempo decidimos evitar los trenes siempre que sea posible.

Voy a la tienda de la calle para comprar fruta. Un señor se molesta cuando le indicamos que tiene que guardar la distancia de seguridad, dice que “no tiene importancia”. Los señores están desembarcando en la tienda, en el horno, en la calle: me pregunto si estamos volviendo a la sociedad de los cazadores-recolectores.

Continuo la lectura de “El diario de Ana Frank”, lo empecé antes del confinamiento. ¡Bendita casualidad! Las personas no nacimos para estar encerradas. El encierro solo deshumaniza, aunque en él también se crezca. Queda pendiente una reseña: Ana Frank en tiempos de Coronavirus.

Llueve, quizás nos ayude a no lamentarnos tanto de quedarnos hoy en casa.  Ojalá la lluvia se llevara la incerteza que inunda y amenaza a los más frágiles.

El coronavirus apaga todas las noticias. Confío en que no acabe apagando la nueva “mangarrufa” monárquica. Que oportuno le ha resultado el virus al “auto-desheredado en vida”.

En redes, los de siempre, asocian indisolublemente la celebración del 8 de marzo con la extensión de la epidemia como si ese domingo todo el mundo hubiera estado enclaustrado hasta la hora de la manifestación. Suerte que el ayuntamiento de mi ciudad, Xàtiva, a más señas, se preocupó de que ese día se amontonaran todos los eventos posibles: carrera perimetrail, romería fallera a la ermita de San José, feria outlet, lo cual sin duda limitó el efecto contagioso de la pérfida manifestación feminista.

El mono de calle todavía no se ha disparado, pero confieso que me muero de ganas de salir a inspeccionar el entorno. Si se pudiera, me encantaría visitar ahora todas las ciudades que salen vacías en la televisión.  Pasearlas así, vacías de gente, de turistas como yo.

Rueda de prensa, dan noticias de la evolución. Decretan el cierre de fronteras. Al estilo de “La Guerra de mis antepasados”, nuestra generación ya tiene su propio cierre de fronteras.  Mañana se anunciarán medidas económicas para amortiguar el desastre. ¡Ojalá acierten, y las disparen a quien realmente más las necesite!

En la capital del Túria, están quemando las fallas que ya no se podrán quemar. ¡Paradigma del día!

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