Covid-19: 14/3/2020
Se ha declarado la pandemia. Buena ocasión para aprender el funcionamiento de los virus y un término nuevo “Coronavirus (Covid-19)”.
El #QUEDATEENCASA parece inundarlo todo, pero no consigue vaciar las calles: la gente madruga y se agolpa para llenar los supermercados y dejarlos vacios. Hay colas en la carnicería y el horno de la calle. La gente espera en la puerta, guarda distancia física con cierto sentido de vergüenza, de ridículo, ante un enemigo invisible. Mantiene la vana esperanza de que todo acabe siendo una broma pesada, un programa de cámara oculta.
A mí el #QUEDATEENCASA, me resulta muy familiar: me lo dije durante muchos días cuando tuve que abandonar la vida laboral, hasta acabar cogiéndole gusto.
Estamos tan acostumbrados a correr, a movernos como hormigas o como ratón en su rueda, que todo lo que suena a quietud, a silencio, a soledad nos aterra.
Y un virus viajero, que ignora el concepto “frontera” viene a pararnos. Suena poético. Nos habla de fragilidad, de interdependencia entre las personas, de la necesidad de hacer piña y cultivar la comunidad frente al individualismo, de cuidarnos unos a otros. Y para ello nos conmina a meternos en casa, a guardar distancia física. ¡Vivimos tiempos de paradigmas!
Inseguridad, miedo, la certeza de que el riesgo cero no existe. Buena ocasión para releer a Bauman, para repensarnos como sociedad.
Bombardeo de ideas para hacer en casa: ¿de verdad ya no nos da ni para pensar qué podemos hacer en nuestra propia casa? ¿con nuestra familia? ¿necesitamos encadenar actividad? ¿tanta dificultad tenemos para romper nuestros hábitos y rutinas? ¿tanto nos cuesta parar?
Caminar es revolucionario, quedarnos quietos, en silencio, todavía más. En el silencio se crece.
Pregunta el amigo Ricardo si del aislamiento saldrá un nuevo babyboom o un desfase de divorcios. Tema abierto. Gente que descubre que tiene casa y familia y que pueden hablar entre ellos.
Las calles van quedando vacías, mientras las redes se llenan de ruido.
Lenguaje épico, de autocomplacencia: somos tan flojitos, (y flojitas) que revestimos de heroísmo lo que es pura necesidad: quedarnos en casa. Nos recuerda que a nuestros padres y abuelos les pidieron ir a la guerra y reconstruir un mundo para nosotros.
El #QUEDATE EN CASA, que sonaba a recomendación, ya es imperativo legal. El Gobierno ha decretado el “Estado de alarma”. Del discurso del Presidente me quedo con la palabra varias veces repetida ¡GRACIAS! ¡Qué bonito suena la gratitud cuando sabemos recuperarla!.
El humor nos salva. Necesitamos muchos cultivos en estos tiempos inciertos.
Me preocupa la gente que cierra sus negocios, que pierde sus trabajos, que se quedan sin ingresos. El tiempo juega a la contra. Toda ayuda será poca.
No puedo dejar de pensar en las personas hacinadas en los campos de refugiados en nuestras fronteras. ¡Qué mal lo tienen que estar pasando! ¿Y nos quejamos de quedarnos en casa?
Un aplauso salta desde nuestros balcones, un gran mensaje de ¡GRACIAS! a todas las personas que nos cuidan, que atienden a los más vulnerables, que sostienen nuestro sistema público de Salud.
#QUEDATEENCASA. ¡Todo irá bien!
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