Dice la filósofa Victoria Camps, que una de las claves de la felicidad es no dar demasiadas vueltas a lo que no depende de nosotros, y por tanto no podemos cambiar. Claro que también hay que hacer un esfuerzo para discernir que es lo que sí y qué lo que no puedo cambiar; y otro esfuerzo no menor para valorar la medida de los cambios que podemos realizar, para ajustar nuestras expectativas.
Hace unas semanas, alcanzamos la triste y vergonzosa cifra de 1000 mujeres asesinadas por violencia de género. Son los asesinatos contabilizados desde 2003, según lo establecido en la Ley Integral de medidas contra la violencia de género. Esta estadística solo recoge asesinatos que se producen en el contexto de parejas, ex -parejas y los hijos de estas. Tras la cifra de las 1000, hemos tenido un chorreo de asesinatos de mujeres, que no caben en la dichosa estadística. Son por tanto muchas más las mujeres víctimas de la violencia machista. Y son muchísimas más mujeres que sufren violencia de género todos los días: por el simple hecho de ser mujeres, sin necesidad de que medie relación alguna.
Si solo miramos hacia delante, y con las luces cortas, tal vez sea justificado hablar de “impotencia”, palabra que en estos días hemos pronunciado demasiadas veces: el machismo lo impregna todo, la desigualdad es palpable, las mujeres…, ¡nos matan! ¿Qué hay peor que eso?.
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, recoge tres acepciones para la palabra “impotencia”: falta de poder para hacer algo; imposibilidad en el varón para realizar el coito; incapacidad de engendrar o concebir.
Son demasiadas las voces que se empeñan en recordarnos las palabras de Aligheri “Abandonat toda esperanza quienes aquí entráis”, las que nos animan a declararnos impotentes, a conformarnos con lo que tenemos, incluso a convencernos de que no hay más logros posibles. Todo está hecho.
Pero a poco que miremos hacia atrás, con un ápice de sentido crítico, sin complacencias, veremos que avanzamos, a paso lento, renqueando, dejando demasiadas víctimas en el camino, y recogiendo bofetadas a diestra y siniestra. Pero vamos haciendo camino. La IGUALDAD, lenta, se abre paso.
¿impotentes las mujeres?
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