Se había acostumbrado a ir de un lado a otro, sin opinar, sin oponerse nunca. Abierta a todo, dispuesta a recibir los golpes que le quisieran dar, asumiendo destinos y horizontes ajenos. Sin criterio, sin resistencia. Soportando pérdidas y olvidos, excesos, malos modos, estrecheces, frio, calor, indiscreción, manoseo.
La costumbre acabó rompiéndole las bisagras. Ese sería su último viaje. ¡Le quedaba tanto por ver a la maleta!.
28/05/2018
Deja una respuesta