Ilustración: Jose Makoka www.MAWAZO.es
Un buenos días, una sonrisa, una mirada, un “siento no haber pasado la noche contigo”, un “¿cenamos esta noche?”, y la rueda vuelve a girar, la decisión de pasar página se derrumba, y vuelta a la paciencia, a las expectativas sin respuesta, a seguir esperando. Un día más, un mes más un año más, miles de sonrisas más, media vida más.
La culpa no es suya, no es sólo es suya. Las cosas vinieron como vinieron y apenas tuvo margen de maniobra. Lo cogía o lo dejaba. Así de simple. Fuimos muchos los que empujamos: es tu momento, es la oportunidad de tu vida, nadie como tú lo hará mejor, vamos a estar contigo, es un reto, todos ganamos, hay trenes que pasan sólo una vez en la vida… y todas esas cosas que solemos decir cuando se nos muestran muchos abalorios brillantes juntos y nos invade la incerteza de una nueva oportunidad. Y se subió a la ola, con fuerza, con optimismo, con la brillantez que pone en todo lo que hace, con ese encanto personal que deja a la intemperie cualquier resistencia. Y así sigue después de tantos años, sin bajarse de la ola, triunfando, pendiente de su ego, de su imagen, de su cartera, escalando cargos, con la palabra oportuna en el momento oportuno, regalando a cada uno lo que quiere escuchar. Brillante siempre.
No tiene ningún sentido quejarme, ¿de qué serviría?, he sido cómplice de todo desde el minuto uno: si tocaba animar, he animado; si tocaba aplaudir, he aplaudido; si tocaba mentir, he mentido; si tocaba adular, he adulado; si tocaba cambiar de bando, he cambiado de bando; me he callado tantas veces, que hablar ahora sólo sería un desperdicio ridículo de palabras. ¿Quejarme ahora? ¿para qué?, ¿qué saco con ello? ¿Qué sacamos? ¿qué va a cambiar?. Entre todos hemos apuntalado la mentira de la que vivimos. Todos encantados.
“Si dejas de pedalear te caes” nos hemos repetido tantas veces que ha acabado funcionado como vacuna frente a la tentación de cambiar de vida, de volver a los sueños a las convicciones que han quedado por el camino, junto con los amigos de siempre, la cuadrilla. No los culpo, es difícil reconocernos. ¿Cómo nos van a reconocer ellos, si nos cuesta a nosotros mismos?. No es fácil asumir el éxito de los demás, por muy amigos que sean. Al final, lo cuestionaban todo, nada les parecía bien, demasiadas discusiones. Quizás tenga razón y sólo sea envidia lo que les pasa. Así y todo los hecho de menos, es verdad.
– ¿No te importa que cenemos mañana? me han convocado a una reunión muy importante y no me he podido excusar –el anuncio rompió de golpe las cavilaciones en las que se había enzarzado de buena mañana.
– No pasa nada, mañana salimos. Anulo la reserva. ¿Llegarás muy tarde?– preguntó sin mostrar sorpresa alguna y con el desinterés de quien conoce de antemano la respuesta.
– Seguro que la cosa se alarga, ¡qué hartura!, pero no hay más remedio –le devolvió con esa sonrisa capaz de dispersar todo el humo que habían construido juntos -te compensaré lo prometo.
– No te preocupes, te espero.
Le sonrió mientras le atusaba la ropa ya en la puerta, oliendo aquella colonia que tanto le gustaba. Todo en orden.
16/10/2017
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