Fotografía de Twitter en los tiempos de conflicto.
Blanco sobre fondo azul. Canal de comunicación, de información, de enredamiento social. Millones de palabras, símbolos e imágenes enmarañados alrededor de un planeta desconcertado.
Púlpito moderno desde el que escanciar diatribas, insultar, dar pábulo, lanzar bulos, regalar aquiescencias, identificarnos con la tribu, rechazar, machacar y vilipendiar al y lo contrario. Lanzador de etiquetas y conceptos a los que reducir la vida.
Fabrica de héroes y villanos a la velocidad de la luz, con olvido inmediato asegurado. Patíbulo que encumbra, saca a hombros, o lincha sin más juicio.
Borreguismo dispuesto a moverse hacia donde indica el pastor. Jaurías dispuestas al ataque a la voz de su amo.
Herramienta para el ninguneo, el halago y el postureo. Autoestima y valoración según perfil en el mundo del gorjeo: tantos “followers”, “hatters” “retwits” y “me gusta” tienes, tanto vales. Si eres tendencia, eres Dios. Seguidme es el lema. Decir nunca escuchar.
Unos gorjean a cara descubierta, otros desde la valentía que otorga el anonimato de la maldad. La red se llena de odio.
El pensamiento, si lo hay, reducido a 140 caracteres. A algunos todavía les sobran más de la mitad.
Dosis diaria de chafardeo.
A golpe de Twitter…
27/09/2017
Deja una respuesta