¿Nuestra vida la condiciona la suerte?, no lo tengo yo tan claro. Llevamos varios días con la discusión, y parece que el único que no está de acuerdo con el planteamiento soy yo. En el fondo tengo la impresión de que utilizamos la “suerte” como una coartada, una excusa para no afrontar la responsabilidad que tenemos en nuestra vida, en lo que nos pasa. Todos necesitamos que el viento sople a favor, pero en casa me enseñaron que sólo el esfuerzo personal da su fruto.
Mucha suerte, muchas suerte, pero soy el único de la cuadrilla que tiene un trabajo estable. ¿Soy el único con suerte?, no creo. Estudia, trabaja, se amable y conseguirás todo lo que te propongas. En ello estoy.
Quizá mi curriculum no era el mejor, pero desde el minuto uno le caí bien al jefe. Las formas son muy importantes, la educación, el saber estar, el aseo, una presencia agradable si me apuras, un mantener las distancias. Entré para tres meses de prueba y en menos de un año me han hecho un contrato indefinido, ya ves. El insustituible me llama el jefe, piensa en mí como encargado, lo ha insinuado varias veces. Siempre he tenido dotes de liderazgo y él me los sabe ver.
Me gusta el trabajo, y pongo toda la carne en el asador, no como otros que protestan ante cualquier cambio de horario o cuando les piden algo más allá de sus funciones. Y lo de las compañeras ya no tiene nombre, siempre con alguna historia de hijos, madres, padres, maridos a las que tengo que echar un capote y cubrir turno. Yo no tengo horario. Soy así; servicial, siempre disponible para la empresa. La flexibilidad y la polivalencia son cualidades indispensables para seguir en el mercado laboral en pleno siglo XXI. Hay compañeros que no lo ven o no lo quieren ver. Peor para ellos.
Con los compañeros sigo los consejos de mi padre “hijo hazte de querer”: ver, oír y callar, echarles una mano en lo que puedo y cubrir todo lo que dejan por hacer. Ellos se han volcado también en mí, dándome la oportunidad de aprender, No tengo queja, no, sé que el día que lo necesite ellos también estarán al quite.
Es verdad que el sueldo no es para echar cohetes, tengo que ir con pies de plomo para no quedarme en números rojos a mitad de mes. Da para lo que da, y llega para lo que llega. Tengo que agradecerle al jefe que le diera una pensada al sueldo así de entrada, sin esperar a que concluyera mi periodo de prueba. No todo está en el dinero. Siempre tengo a mamá, para adelantarme pasta cuando la nómina se retrasa. El jefe va tan saturado de trabajo, que algunos meses se despista en los días de pago.
Claro que me siento un hombre afortunado, si, llamémoslo suerte.
20/09/2018
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