#8 DE MARZO: DÍA DE LA MUJER

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8 de Marzo. Día de la mujer.  Incomprensible que  a estas alturas tengamos un día para recordarnos que todavía no somos iguales, ni en derechos reales, ni en oportunidades, ni prácticamente en nada.  Los datos cantan. Por no hablar ya de las mujeres del Sur, para las que su propia sobrevivencia es a veces un lujo demasiado caro de mantener.

Hoy es un día de los de echarse a temblar. El que más y el que menos, coge la palabra “Mujer”, y se arrima un alegato, aunque el resto del año destile machismo a borbotones por todos los poros del cuerpo.  Y no digo machismo, así a lo grande, porque ese, el grande, es tan evidente y tan burdo que se descalifica solo. Me refiero al pequeño, al sutil, al que se disfraza de mil maneras para seguir campando a sus anchas, apoderándose de la mitad de un mundo que no le pertenece.

De todos los machismos, el progre, por mentiroso, me parece el más peligroso.  Ese que sale de casa con el pañuelo violeta, acude a las manifestaciones y se agarra a la pancarta, celebra el 8 de marzo, es políticamente correcto en sus conversaciones, domina el lenguaje no sexista, sabe pronunciar de carrerilla LGTBIQ y firma los manifiestos que le salen al paso. Pero a la hora de mojarse, en el día a día, en la vida cotidiana, sigue imponiendo sus presencias, sus opiniones, sus intereses, sus aficiones, su imagen, sus deseos, sus derechos no escritos, sus liderazgos de macho alfa, sus horarios,  sus prioridades, sus formas; sigue invisibilizando a las mujeres y disfrutando de las ventajas de ser hombre en una sociedad machista.

Igual de peligrosas para la igualdad son las mujeres condescendientes, convencidas de que estamos en el mejor de los mundos posibles, de que toda la vida se ha hecho así, de que las mejores dotes de persuasión son unos buenos tacones de aguja y un buen escote, de que hay que callar; las que reparten carnets de feminidad; las que son incapaces de quitarse las gafas de “madre consentidora” para seguir inclinando la balanza a favor de los hombres; las que siguen educando para que los niños y las niñas tengan claro qué cosas pueden hacer, qué deben pensar y decir, a qué pueden jugar,  incluso qué pueden soñar en función de si tienen vulva o pene; las que cuando escuchan la palabra “feminista”, directamente huelen a azufre, y se sienten en la obligación de manifestar su no-odio a los hombres a la vez que loan las virtudes de su matrimonio; las mujeres que sólo critican a las mujeres;   las que confunden hembrismo con feminismo; las que usan a otras mujeres para trepar; las mujeres que sólo se acuerdan de la sororidad cuando se trata de arrimar el ascua a su sardina.

Y nos felicitamos ¿de qué nos felicitamos? ¿de tener un día? ¿del sudor, las lágrimas y los cuerpos enteros que muchas han tenido que dejar en el camino para tener lo que tenemos hoy? ¿de tener que conquistar lo que otros cogen sin mérito ni trabajo alguno?. Si también de eso, porque no hay más remedio si queremos calzar unos zapatos que no nos aprieten, que sean nuestros… si queremos una vida en la que no hayan más límites que los que nosotras mismas queramos imponernos.

No me sirve el #8deMarzo, si no es para coger impulso, para reivindicar, para reconocer, para empoderar y empoderarnos, para seguir trabajando, disfrutando, denunciando, para decir, que algo va muy mal si no tenemos la mitad del mundo.

No me sirve el #8deMarzo, si no es para reconocer y agradecer las huellas de todas las mujeres que han dejado y dejan huella en mi camino. No me sirve si no es para seguir caminando, para mantener el afecto, la risa y la alegría como únicas trincheras.

Hoy es #8deMarzo. Mañana será otro día.

8/03/2017

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