Covid-19: 8-4-2020
Está haciendo unos días preciosos. Después de tanta lluvia y tanto nubarrón se agradecen. Casi he perdido la cuenta de los días de confinamiento que llevamos. No importa, han ampliado de nuevo el plazo, el horizonte ahora está en el veintiséis de abril. Esperaremos. Recurro al calendario: Vigésimo quinto día de confinamiento.
La vida sigue, con su anormalidad y sus rutinas, con las excepciones y las cosas que se nos ocurren en el encierro: por primera vez he hecho arroz con leche. ¡No ha quedado nada mal! Temo cogerle gusto a la sección postres.
En estos días me acuerdo especialmente de mis prácticas profesionales en la Prisión de Mujeres de Carabanchel (hoy cerrada). Para entrar, pasábamos el control de la Guardia Civil en la garita de la entrada; superado el primer patio, tocaba cruzar la reja que daba entrada (y salida) a la prisión identificándonos de nuevo en el control de las funcionarias. Todos los días sin falta, nos pedían nuestros carnets para entrar y para salir. En mi caso, algunos días me decían un “pasa” arrastrado, supongo que porque mi cara les resultaba más familiar (no encontramos otro motivo), pero Diana, y la niña Mercedes (lo de la “niña” era un apelativo cariñoso que mantenemos después de treinta años), no se escapaban de sacar sus carnets.
Algunas noches me despertaba con una pesadilla terrible y recurrente: soñaba que perdía el DNI estando dentro de la prisión y que las funcionarias de la reja no me dejaban salir, por mucho que yo juraba y perjuraba que no era una presa, que era una alumna de Trabajo Social en prácticas. Y me quedaba allí enganchada a la reja, chillando como una posesa… hasta que me despertaba.
De aquellas prácticas, además del aprendizaje y muchísimas risas con las compañeras a propósito de nuestras torpezas y algún almuerzo de contrabando, me llevé la convicción de que en las prisiones sólo hay pobres y “ajusticiados”, de que no solucionan nada, deshumanizan, y solo sirven para castigar, no para “reinsertar” como dice la ley que es su función.
Estos días nos auto-denominamos “héroes” por estar confinados en nuestra propia casa protegiéndonos a nosotros mismos. “Héroes” porque nos tenemos que quedar en casa: con nuestras cosas, nuestras familias, la tele, la wifi, el teléfono, hiper-comunicados… ¿Nos imaginamos ahora un poco cómo puede ser estar en prisión? Ojalá esto sirva para que no deseemos la cárcel a nadie con tanta ligereza.
He dejado de ver las ruedas de prensa. Evito leer sobre la pandemia. No quiero morir intoxicada de información. Parece que hemos alcanzado la curva. Vuelven las banderas, con la única intención de que nos enzarcemos a golpes con los mástiles. Unos invitan a colocar camisetas blancas en los balcones, en defensa de la sanidad pública (ayer fue su día), otros a poner crespones negros, no sé si en honor a los fallecidos o para teñirlo todo de negro. Arrecian los aplausos a la contra. Quiero volver al inicial ¡GRACIAS!, simple, desnudo, sincero.
Por el camino, nos hemos quedado sin el latido de Aute, la voz de buena parte de nuestra banda sonora, “Al alba” sonará de otra manera, también La Belleza será distinta.
En los últimos días lo del aplauso va derivando a cosas raras: igual se escucha a lo lejos el cansino “resistiré” que un retumbe de tambores, que un indescifrable chuntachunta mezclado con el ulular de sirenas.
En el patio de vecinos sigue el jolgorio, hasta cumpleaños se celebran. Hoy un niño no quiere comer. El padre se cabrea, da lecciones a la madre de cómo tiene que educar al hijo. Se pelean. Escuchamos la riña en directo. El niño no ha comido.
El teletrabajo va cargándose de urgencias, robando tiempo que no le corresponde. Se agolpan instrucciones, convocatorias, llamadas, gestiones… necesidades. Encuentra hueco para la cercanía, no olvida los nombres propios. Malos tiempos para los más vulnerables. El bicho invisible si entiende de edades, de clases y carteras.
Y mientras tanto, la primavera sigue su curso y ha acampado en la terraza: han brotado las calas, florecen todas las plantas, incluidos los áloes de natural más estirados.
#QUÉDATE EN CASA. ¡Todo irá bien! > ¡Vamos a poder! > ¡Todo Pasa! > ¡Saldremos de esta!… pero no todos.
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