Miles de estorninos en vuelo rasante acarician un cielo que se descompone en rojos, juegan al escondite con los caquis en flor.
Cuatro hilos de inmensas hormigas circulan imponentes por un camino negro y ruidoso. Transportan figuras solitarias.
Buenos días, son las siete de la mañana, anuncia una voz en la radio.
El cielo palidece, los estorninos siguen su juego.
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