Si tienes la suerte de no tener un horario que cumplir y no controlar la programación del GPS, te puedes encontrar cruzando España, de Xàtiva a Jerez de los Caballeros (Badajoz) por carreteras comarcales.
Caes en cuenta de que la velocidad y las autovías, nos privan del disfrute de la geografía anónima, la que no sale en los programas de viajes, la de los nombres de pueblos, que apenas o nada nos suenan. La de las travesías despobladas.
Y te sale al camino el regalo de un paisaje espectacular, diverso y rico. Colchones inmensos de cereal, colinas que se encadenan moteadas de olivos, frutales, arrozales encharcados, preciosas dehesas repletas encinas que no acaban nunca, alcornocales, castaños y mantos de amapolas. Humedales, repletos de agua, acogiendo aves migrantes. Cerdos ibéricos, reses, ovejas, cigüeñas encaramadas a los postes, y hasta un abejaruco.
Una perdiz cruza sofocada una vía de servicio solitaria. Kilómetros y kilómetros, sin una gasolinera, sin nadie, sin nada más que la naturaleza. Minas de Almadén. Café en un bar de pueblo al que la autovía robó la clientela. Comida muchos kilómetros después en un comedor de camioneros y agricultores. Guadiana.
Jerez de los Caballeros. Estibaciones de Sierra Morena, legado de los últimos templarios, recuerdo de Vasco Núñez de Balboa, de Hernando de Soto. Perfil blanco, con cuatro torres rompedoras. Hospitalidad, barroco pintado de cobalto, casonas, conventos, iglesias y campanarios, fuentes, calles blancas empinadas y empedradas, belleza infinita. Ángeles expectantes, semana santa omnipresente, Portugal en el horizonte, apenas a un paso. La siderúrgica que humea desubicada frente a un castillo medieval, vecino de un dolmen.
Y disfrutas, y caes en la cuenta de cómo hemos perdido el contacto con la tierra. ¡Qué suerte no ir con prisa! ¡Qué suerte no saber programar el GPS!.
9/06/2018
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