Crónica: EN BUS DESDE EL HOSPITAL A XÀTIVA

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Nada más llegar a la parada del autobús supe, que el de ese día,  no iba a ser un trayecto cualquiera.

Una señora que se atusa los rizos, ocupa medio banco entre su volumen y las bolsas que acarrea.  Cuando atino a sentarme, ella ya ha iniciado su clase magistral  relativa al peligro que suponen para el bienestar del país (intuyo un país compartido),  los llegados en patera: 28.000 en el último año, según sus datos.  Que no es que llegan y ya está, ¡no!, -dice la señora-, es que ¡se quedan! y los tenemos que mantener, por lo menos seis meses. ¡Y eso lo pagamos entre todos!.

Una subalterna delgada, con gafas metálicas y tono de enfado permanente con el mundo entero, aprovecha para informar, que debido a que estos invasores en patera, se hacen con todas las ayudas, habidas y por haber, cuando los españoles acuden a Cáritas, a Cruz Roja, a Servicios Sociales… “no les dan nada”.

¿Y después qué pasa?, -pregunta una señora que se mantenía en silencio, y por lo que se ve está muy interesada en la cuestión.

Repuesta  del inicial desconcierto ante la pregunta inesperada, la señora que actúa de ponente, reconoce que no lo sabe, tal vez sólo es que no lo recuerda, pienso yo. Sabe lo que quiere y decide expresar su deseo como respuesta: que los devuelvan a todos a su tierra, que aquí sobran. ¡Aquí ya somos muchos!.

La subalterna de gafas metálicas, apuntala la afirmación con monosílabos y exagerados movimientos afirmativos de cabeza.

Se produce una lluvia de adhesiones a la causa, por parte de algunas personas que esperan bajo la marquesina.  Yo ya he decidido que “en boca cerrada no entran moscas”: ver, oír y callar.

Llega un autobús grande azul. Es el que va a la Ribera. La señora y sus bolsas, se despiden e inician la escalada al vehículo, no sin dificultad. Se la ve satisfecha del servicio de información que acaba de realizar.

Puntuales, subimos al bus: destino Xàtiva centro. Otra señora, que hasta el momento se mantenía solícita con el hombre que le acompañaba, toma el relevo sin dejar un minuto de tregua al silencio. En un giro inesperado, se lanza a diseccionar la política nacional. Le molesta el físico de Rajoy, y especialmente su “farfulleo”;  le molesta la aceptación del físico del presidente, cuando por el contrario se critica a alcaldesa de Madrid (aunque no la llega a nombrar por su nombre, no sé si por desconocimiento o huyendo de familiaridades).

Su discurso se resume en una frase que, en el amarillo del bus, suena a apoteosis argumental: “España es corrupta”. ¡Qué gran frase!, ¡qué buen resumen en sólo tres palabras!. Me provoca un respingo, me ha pillada desprevenida la afirmación, y no sé si me acaba de gustar demasiado que me incluya, sin haberme consultado previamente. La máxima amenaza con ser un pistoletazo de salida para un trabucazo ideológico final.

¡España es Corrupta!, ¡otra vez!. La señora se viene arriba, desgranando durante un buen tramo del viaje, nombres de corruptos y  de casos de corrupción, incluye algún dato, como muestra de profesionalidad a la altura de cualquier comentarista televisivo actual.

De nuevo la subalterna de las gafas metálicas, aprovecha para comentar que ella está harta de ver cómo la mujer de un conocido político local, carga el carro de la compra hasta los topes y no paga en caja. Percibo cierto malestar  más porque el carro vaya cargado hasta arriba que porque no pague.

La misma señora que antes preguntaba qué se hacia después de los seis meses, solicita ahora más información sobre la propietaria del carro. La informante se limita a responder “esa… (permítanme que yo no desvele el nombre) tiene cuatro hostias” . A mi me parece una expresión muy gráfica, aunque un tanto violenta, para resumir la opinión sobre la cónyuge.

El chófer aprovecha una parada para intervenir en la conversación, señalando a  una política local que adujo ser concejala, para no pagar el ticket correspondiente. Vuelve a conducir.

La señora aprovecha que llega a su parada para expresar un deseo antes de bajar:  (Lo escribo en valenciano, porque si no la idea pierde mucho) “Jo el que vull és que aproven una llei per a poder pegar-los una barrá a tots els polítics i tirar-los al mar”.  Ingenua yo, pensé que ahí quedaría la cosa por insuperable, pero no, alguien desde la cleck, decidió aguarle el sueño:  “Pero no ves que son ellos, esa ley no la van a aprobar nunca”.

Como un goteo las clientas del bus y el señor que como yo, (cosa extraña en mí) no ha dicho esta boca es mía, van bajando en las siguientes tres paradas. Por una vez, el viaje se me ha hecho corto… y puntual.  Vuelvo a casa con desasosiego.

5-02-2018

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