¿TE ACUERDAS DE MI?

Crucero

Al fin y al cabo, no sé por qué me enfado tanto cada vez que Manel se empeña en que le acompañe en sus viajes de empresa. Otra en mi misma situación, se sentiría  halagada de que su marido quiera tenerla siempre cerca. Tiene razón, tomarme como castigo una semana de crucero en el caribe, es el colmo de la desgana, máxime cuando mi única obligación es acompañarlo en comidas y cenas.

Me gustaría que Manel no estuviera tan volcado en la empresa, tener más tiempo para nosotros. Ha escalado cargo a cargo hasta conseguir la presidencia de la multinacional y ha ganado a pulso lo que tiene. Cualquier otro sería un estúpido engreído, pero él mantiene la misma personalidad que cuando le conocí, su espíritu de esfuerzo, de trabajo. Y aquí estoy yo en la tumbona de la piscina del crucero. Siguiéndolo por medio mundo desde el día que nos encontramos en la universidad, los dos recién llegados del pueblo, los dos cargados de ilusiones, los dos inocentes. Y van veinte años.  Si he podido con eso, podré con un crucero de empresa.

La sacó de sus cavilaciones atrapándole la cintura con sus manazas, besuqueándole el cuello, ¿Qué traje me pongo?. Mireia apenas se resistió unos segundos, se sabía perdida, vencida ante el hombre que la abrazaba, hacía mucho que ambos habían certificado su amor eterno. Le sonreía mientras comprobaba que no había  perdido ni un punto de atractivo en todo el tiempo que llevaban juntos, al contrario, los años, las canas, la experiencia, lo mejoraban. Ponte el de lino oscuro, elegante pero informal.

Presidía junto a Manel una mesa ovalada, a la cual se sentaban diez personas más,  seis hombres y cuatro mujeres: los aspirantes del año a promocionar en puestos directivos de la empresa. Todos encantadores, formados y competentes, esperando el momento más oportuno para brillar, para impresionar al hombre que tenía la última palabra sobre su éxito profesional.

Mireia le vio allí sentado y el mundo se le vino encima.   ¿Cómo ha llegado aquí? ¡no puede ser!. Por unos segundos  sintió que estaba en otro lugar, lejos de allí, y volvió a sentir algo que creía haber olvidado: aquel calor que la abrasaba por dentro, el temblor que delataba su miedo y le impedía correr o gritar.

En medio de aquel inmenso salón, entre fiesta y música, recordó todos los días en que no quiso ir al colegio, las noches en vela, los gritos, las burlas, los insultos, los silencios impuestos, la ignorancia de sus padres, la indolencia de los profesores, la ausencia de amigos, la vergüenza y la incomprensión ante una furia que no podía parar y a la que no encontraba razón. Necesitó encontrar un hueco en el que volver a esconderse.

El inicio del baile la devolvió al crucero, el abrazo de Manel le devolvía a su vida, a su ahora.  Cambio de parejas.  Y ahora baila con su encuentro inesperado.  Mireia le mira fijamente, sonriendo. El hombre, Jaime, está desconcertado, nervioso ante aquella mirada. ¡Joder la mujer del jefe si es golfa!. ¿Te acuerdas de mí? pregunta Mireia provocadora. Lo cierto es que su cara me resulta muy familiar, le responde Jaime, nervioso ante aquella mirada penetrante. Es la primera vez, que es él el que se siente acosado, ¡mujer del jefe tenía que ser!, ¡vaya compromiso!. Fuimos juntos al colegio. Vaya casualidad, no me lo puedo creer, ¿a la misma clase?. Si claro. No la recuerdo.  Te refresco la memoria: ¿recuerdas a la foca?. Jaime perdió el paso definitivamente, ahora ya era Mireia quien marcaba el ritmo, risueña, retadora, segura.

Mireia olió el sudor y el miedo, percibió un temblor.  Era Jaime quien temblaba.  Finalizó la pieza, terminó el baile.

Caminaban agarrados del brazo, ya de retirada al camarote, ha estado bien la cena ¿no?, buena gente y competente ¿no te parece?, difícil elegir entre todos ellos, comentaba Manel.  ¿Estás bien Mireia?, si, estupendamente, mejor que nunca, pero antes de dormir voy a contarte un capítulo de mi vida que todavía no conoces.

30/05/2017

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