Como todos los años cuando amaneció septiembre, abrió una rendija en la ventana para ver pasar los moros y cristianos, los músicos, la gente, la vida.
Todos están ahí afuera, ¡ya no conozco a nadie!.
La casa está deshabitada desde que murieron los últimos.
Sólo ella la intuye desde el balcón de enfrente.
Nadie más sospecha su presencia.
La Casa Roja, es uno de los edificios más singulares y bonitos de Castalla. Nunca la conocí habitada. Cuando éramos adolescentes, las amigas, entramos alguna vez a los bajos, porque allí se guardaba el cañón de los Moros Grocs. La leyenda urbana dice que nunca se habitó. Los locales mantenemos la esperanza de que el tiempo y el deterioro no acaben con ella, antes de que alguien la saque de su silencio.
Foto 2ª: Vicente Quiles.
26/03/2018
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