Atrapado en unas manos que, por amables, le resultaban extrañas. Aún así echaba de menos su pared, su sol, su anonimato, su soledad. Pensó en escapar al primer despiste. No se sentía cómodo, prefería ir a su marcha, a su ritmo, no responder las provocaciones de las miradas infantiles. No era su lugar, le sobraban manos.
10/04/2017
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