Llevaba años ahí. Se interponía entre ellos oscureciendo toda promesa de amor eterno, de entrega mutua, haciendo imposibles sus siempres y sus nuncas. Le mintió, ¿una?, ¿dos?, ¿tres veces?. No, sólo una. ¿Seguro?. Fue suficiente. ¿Si lo ha hecho una vez, por qué no lo va a hacer siempre?. Algo se rompió. Ella lo ocupó todo, para siempre, como una mancha que resiste todo lavado, condicionándolo todo, impidiendo toda seguridad, omnipresente.
No conseguían acabar con ella, quizá por pereza, quizá por miedo a salir de dudas.
9/02/2017
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